Juan Rulfo no escribía santos. Por eso dijo un día que debió nacer de noche. Por tanta oscuridad, por tanta mala sombra. No es fácil leerlo sin caer abatido de la tristeza o aturdido por su talento. Luego se dejó morir, o se secó, o se recluyó en sí mismo, abrasado por la canícula del tiempo, intimidado por la gloria de Pedro Páramo. Rulfo fue por tres años el mejor escritor sobre la Tierra; no parió México un narrador igual. (más…)
